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domingo, 15 de diciembre de 2013

SANTOS, DIABLOS Y UZZHUAÏA


Descubrí a Uzzhuaïa hace cinco años, por recomendación de unos colegas. Lo único que conocía de ellos era su cover de La Chispa Adecuada de los Héroes del Silencio, un tema que en su momento escuché con cierto escepticismo, sin duda debido a mi fanatismo por el grupo de Enrique Bunbury (aunque después de oír la versión de Aterciopelados en el álbum de tributo a los Héroes, el cover de los Uzz me parece sencillamente sublime). “Tú escucha sus discos”, me dijeron. Y en fin, eso hice. En menos de una semana ya era un completo fan. Eso es algo que me ha pasado con muy pocos grupos, y sin duda Uzzhuahïa es uno de ellos. Y es que el grupo valenciano capitaneado por Pablo Monteagudo puede presumir de ser el grupo de rock español con más proyección del momento, algo que les convierte en firmes candidatos a mejor grupo de rock español de la actualidad.  
     Les vi por primera vez en directo en la sala Japan de Villareal, en 2008, durante la gira de Destino Perdición (ese discazo). Los pocos que éramos presenciamos un concierto lleno de energía, con un repertorio que contenía todos sus clásicos. Mi segunda vez se hizo esperar, no fue hasta el Festival Costa de Fuego 2012, en Benicasim, poco antes de la actuación de Guns N’Roses. Aún recuerdo la calda insoportable de aquella oscura carpa Jack Daniel’s, llena hasta la bandera, y cuya única virtud era poseer una acústica espectacular. Fue un concierto corto pero intenso, con abundantes temas de su anterior disco, 13 Veces Por Minuto. Salí tan extasiado que incluso los Guns me aburrieron. El pasado viernes fue la tercera, y esta vez jugaba en casa.
     La Sala Zeppelin fue el lugar de Castellón donde Uzzhuaïa presentó Santos y Diablos, su último disco, y quizás su álbum más oscuro desde Diablo Blvd (si entendemos por “oscuro” el hecho de que contenga temas más viscerales, temas que tal vez no entren tan “a la primera” como los de Destino Perdición o los de su disco homónimo del 2006, pero que ciertamente crecen con las escuchas). Es por eso que tenía ganas de ver cómo funcionaban las nuevas canciones en directo, y no tuve que esperar mucho, pues el comienzo con Una historia que contar ya nos anticipó que le iban a dar mucha caña al Santos y Diablos. De hecho, el setlist contó con hasta ocho canciones del nuevo disco, lo que demuestra que Uzzhuaïa es una banda valiente, que no duda en sacrificar temas clásicos para presentar otros nuevos. Me gustó mucho El Solitario, y ese final apoteósico con Santos y Diablos, por no hablar del momento en que La Mala Suerte, como de costumbre, nos quiso acompañar. Personalmente, eché de menos algunos temas como Nuestra Revolución, Perdido en el Huracán o Cuando ya no quede nada. Sí, soy un nostálgico, qué le vamos a hacer. Pero quitando esto, que es algo lógico cuando un grupo acumula discos, solo puedo quitarme el sombrero ante una banda que siempre se deja la piel en el escenario, y que tras el concierto, además, tiene ese rato para tomar una birra y charlar con sus fans. Ojalá hubieran más grupos así. 
     La sala Zeppelin presentó un aforo medio, aceptable sólo si tenemos en cuenta que esto es Castellón, y que aquí el único rock que conocemos es el de los Mojinos Escozíos cuando llegan las Fiestas de la Magdalena. Eso sí, el público estuvo entregado desde la primera a la última canción, y eso es algo que, dentro de la paupérrima escena rockera de esta ciudad, se agradece. Ahora, a esperar hasta la próxima. 
    


Uzzhuaïa durante su actuación en la sala Zeppelin

lunes, 28 de enero de 2013

ADIÓS PARA SIEMPRE A LA GRAMOLA

Cualquier persona que pase por la calle Enseñanza a la altura del nº 7 verá un solar lleno de escombros. Si esa persona tiene más de 20 años y es amante del rock, probablemente verá algo más que un simple solar lleno de escombros. Y si resulta que además pasó su adolescencia en Castellón de la Plana, posiblemente sienta una ligera morriña correteando en su interior. Así es, el edificio que albergaba La Gramola, el mítico local de punk rock de Castellón, fue derruido a finales del pasado 2012, tras más de 40 años a la cabeza del ocio nocturno en pleno centro de la ciudad. La Gramola abrió por última vez la noche del 25 de febrero del año 2006, y aunque reabrió poco después con diferentes nombres, su sentencia de muerte había sido firmada. El local perdió su clientela habitual y nunca recuperó su antigua fama, hasta caer poco a poco en un estado de semiabandono en los últimos años.  

 
     El primer fin de semana tras su demolición, eran muchos los curiosos (entre los cuales me incluyo) que husmeaban por encima de la valla y sacaban fotos del lugar emocionados. “No me lo puedo creer, pasé toda mi adolescencia aquí”, decía una chica. Entre los comentarios que llegué a escuchar, los hay que afirmaban que allí habían pasado la mejor época de su juventud. Lo cierto es que, sentimentalismos aparte, La Gramola dejó tras de sí un ambiente irrepetible, y sobre todo, noches interminables de rock, calimocho, cerveza, sudor, y sobre todo, buen rollo. Porque eso es lo que caracterizaba a los gramoleros, el buen rollo y las ganas de pasarlo bien, más allá de politiqueos y discusiones ideológicas varias, que haberlas las había, pero no eran la regla. Cualquier persona que pasó por La Gramola sabe que allí la música era la verdadera protagonista: Rosendo, Barricada, Extremoduro, Reincidentes, La Polla Records, Def con Dos, Soziedad Alkoholika, Los Suaves, Hamlet, O’funk’illo, Boikot, Mägo de Oz, Barón Rojo, Siniestro Total…, toda la artillería pesada del rock patrio retumbaba en las paredes mientras Guillermo y Vicente, incombustibles tras la barra, servían litros y más litros de calimocho y cerveza para disfrute de la chavalería.
     

"Guillermo, ponte un litro y una de Extremo"
     
La Gramola abrió el camino a otros muchos locales con la misma filosofía: el Virusel Distriz, el Boskeel Bar Varosel Duende, el Nazgul, el Forat, el 411, etc., la mayoría de los cuales fueron cerrando con el paso del tiempo, debido en parte al endurecimiento policial y al auge de la famosa zona ZAS, que hizo estragos en la capital de La Plana durante la primera década del siglo XXI. Es por eso que la demolición de La Gramola puede interpretarse como un símbolo de que la escena rockera de la ciudad (con permiso de los metaleros Pub Manowar y Barri Gotic) ha muerto definitivamente. De hecho, la última canción que sonó en la noche de su cierre fue Hay Poco Rock’n’Roll, de Platero y Tú. Toda una premonición, teniendo en cuenta que Fito Cabrales canta aquello de: vas a cerrar el bar, ¡no jodas! Yo quiero rock’n’roll ¿adónde voy ahora? 

Aspecto que presentaba el local antes de ser derruido

Al fondo aún se distingue el rincón "del apalanque" en forma de nicho


ACTUALIZACIÓN a Noviembre de 2014: ya no existe ningún solar lleno de escombros. En su lugar se levanta un pequeño bloque de aspecto señorial. Sería interesante investigar si los nuevos vecinos, a altas horas de la madrugada, perciben el sonido ahogado del rock and roll retumbando por las paredes.