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martes, 18 de diciembre de 2012

LAS CENAS DE EMPRESA

Mediados de diciembre, fin de semana. Al caer la noche, las calles de la ciudad se llenan de “caminantes” con destino a las tascas. No hay duda, las cenas de empresa  han llegado y hoy, te guste o no, te toca salir de farra con los compañeros de trabajo. Durante estos días nos encontramos con situaciones realmente increíbles. Por ejemplo, será el único día del año en que verás a unos señores (a unos señores de pelo blanco, para ser exactos) haciendo el ridículo en la pista de la discoteca. Unos señores que por mucho que se empeñen ya no toleran el alcohol como antaño, se emborrachan como críos, ligan descaradamente con las compañeras de trabajo y le gastan bromas al jefe (esa palmadita en la mejilla “qué pasa cabroncete”) bromas de las que el lunes se pueden llegar a arrepentir. Esto puede parecer una mera sucesión de tópicos, pero lo cierto es que estas cosas ocurren de verdad.

Dale caña Germán, que hoy cae la secretaria
     Si hay algo peor que un adolescente fanfarrón que quiere ir de adulto, es un adulto fanfarrón que quiere ir de adolescente. Y de esto último están llenas las cenas de empresa. Está claro que todo el mundo tiene derecho a divertirse y a hacer el cabra, aunque sólo sea una vez al año, pero hay comportamientos que resultan, como mínimo, reprochables. Muchos de estos señores llevan tanto tiempo sin salir que piensan quemar las naves en una sola noche, y eso puede desencadenar algún que otro conflicto generacional. El clímax del asunto llega de madrugada, en la discoteca, cuando el pureta de turno se desmarca de su grupo y se dedica a acosar a las veinteañeras (que podrían ser sus hijas) para demostrarse a sí mismo y a los demás que, pese al paso de los años, su virilidad sigue intacta. Qué queréis que os diga, a mí esa actitud sí que me da grimilla.
     Hay personas que saben salir de fiesta a los cuarenta, a los cincuenta y a los sesenta si hace falta. Sólo se necesita un poquito de dignidad y de “espíritu joven”. Y de regularidad también (lo que no se puede es salir una vez al año y pretender ser el puto amo como antes, y encima, exigir que toda aquella persona con veinte años menos se arrodille ante ti). En el fondo, lo que les cuesta aceptar a estos señores no es la edad, que es muy relativa, es el hecho de que hace mucho tiempo que dejaron de ser los reyes del mambo, que sus mujeres les cortaron las alas hace siglos y que la época de vacilarle a las jovencitas ya pasó. Ahora quizás sean los putos amos del almuerzo y el carajillo, pero desde luego como tiburones de discoteca dan vergüenza ajena.

¿Has visto a algún caminante?
Venir a las tascas hoy es como estar en un capítulo de The Walking Dead —me dice mi amigo Rafa, mientras nos tomamos una birra, inmersos entre la multitud de las cenas de empresa, casi aplastados, en una esquina de las tascas. 
—Ves demasiado la tele, tío. 
Rafa sonríe sarcásticamente. 
No, es verdad. Cuando estoy en una aglomeración me entra el complejo de Rick Grimes.